Casa de muñecas

En un viaje reciente, al espiar por la ventana del avión tuve un recuerdo muy vivo de mis tardes jugando con la casa de muñecas. Mientras veía desde arriba cómo se dibujaban, pequeñas, las plazas entre calles y avenidas, no podía dejar de pensar en aquellas vitrinas de porcelanas y en las microscópicas margaritas de las macetas.

17821531_1359489030764556_883119516_n.jpg

Valparaíso desde arriba del Cerro Concepción, precisamente en el Pasaje Atkinson. Chile – Abril 2017. Ph.: Jennifer Micó

Como si

Algunas con mayor detalle que otras, las casas de muñecas duplican nuestra realidad, a menor escala y en colores no siempre muy realistas. Dado que es difícil (pero no imposible) encontrar ejemplares feos, resulta evidente el que tengan tantos adeptos alrededor del mundo. Ahora bien, más allá de su encanto, ¿a qué jugábamos, cuando jugábamos con la casa de muñecas?

El juego de la casa de muñecas es el del como si. Una bañera plástica y toallas de material sintético decoran un espacio que vemos como si fuera el cuarto de baño.

17793309_1359489057431220_2066846753_n.jpg17909487_1364945006885625_1391204152_n.jpg

Izq.: callecita interna en uno de los cerros de Valparaíso. Der.: barrio residencial en Viña del Mar. Chile- Abril 2017. Ph.: Jennifer Micó

Todavía mejor: como si fuera nuestro baño. Es prácticamente imposible que algo con el poder de imitar cualquier situación, objeto o característica que nos resulte familiar no nos interese, no nos seduzca o no llame nuestra atención en lo más mínimo. Así, por ejemplo, nos gusta cada vez que podemos identificarnos con la heroína de la película o sentir que nos pasan las mismas cosas que al protagonista de la novela.

valpo2017.jpg

Street art en los cerros de Valparaíso. Chile – Abril 2017. Ph.: Jennifer Micó

Como un inglés en New York

Hay algo de casa de muñecas en la experiencia de ser extranjero. El destino al que llegamos se parece mucho a aquel del cual venimos. Pero sólo se parece.

Puede que, paseando por tierras nuevas reconozcamos algún escenario, pero pronto comprendamos que no es precisamente lo que ya conocíamos.

Por ejemplo, en Roma, los cafés son establecimientos similares a muchos de los que se encuentran en la ciudad de Buenos Aires. Sin embargo, no es frecuente quedarse largas horas leyendo un libro o el diario, con lo cual, muy probablemente, il camariere se acerque y nos pregunte cuánto tiempo más pensamos permanecer en la mesa.

lima2017.jpg

Atardeceres en Miraflores, Lima. Perú – Abril 2017. Ph.: Jennifer Micó

Otra caso de juegos de parecidos es el de la ducha en Japón. Normalmente, se ubica al costado de la bañera. La primera vez que estuve en un baño nipón, ingresé en la bañera y desarrollé un repertorio completo de acrobacias para alcanzar el agua de la flor de ducha. Después, entendí que ducha y bañera -además de estar separadas- corresponden a dos momentos diferentes. Primero, hay que ducharse (con shampoo, jabón y demás) sobre el piso. Finalizado el aseo, se utiliza la bañera con un fin relajante.

De la misma manera en que las calcomanías con dibujos de un piso damero imitan el de una elegante cocina, la hamburguesa que se presenta delante nuestros ojos puede, secretamente, imitar un alimento que nos es usual por casa. Eso fue lo que me sucedió el día en que aprendí que las tortas ahogadas son sándwiches hechos con un pan de sabor agrio, rellenos de carne y salsa picante. Muy picante.

lima2017 (1).jpg

Delicias de la gastronomía peruana, imperio del cebiche. Perú – Abril 2017. Ph.: Jennifer Micó

Apariencias. Unas pinceladas de color rojizo bastan para construir una cálida chimenea en el living de una casita de juguete. Claro que, mirando atentamente o pasando un dedo sobre la superficie, pronto descubrimos que allí no hay ni un ladrillo real. Algo similar sucede en las góndolas de supermercado rusas donde, lo que parece ser la sección de juegos es, en verdad, la de bebidas alcohólicas. Es que por aquellas tierras, es normal consumir vodka al ritmo de diferentes entretenimientos que están incluidos en la compra de la botella.

Como en casa

cdmx.jpg

Casas en Ciudad de México. La de color azul es la de Frida Kahlo y Diego Rivera. México – Abril 2017. Ph.: Jennifer Micó

Tendemos, por alguna razón, a buscar semejanzas entre el lugar donde somos turistas y aquel donde somos locales. Tal vez, sea por necesidad. Podemos pensar que se trata de una suerte de herramienta con la que procesamos la dosis de información nueva. Luego, el balance puede dar positivo (¡El colectivo, acá, llega siempre puntual!) o negativo (¡Estos son unos amargos!).

Casa siempre es el punto de referencia. Durante el viaje, podemos dormir en una cama muy cómoda o tener unos huéspedes cálidos; podemos probar un plato con el perfume prácticamente idéntico al de la cocina de la abuela; la marca de los pañuelos descartables, quizá, sea la misma que compramos en el supermercado del barrio. Sin embargo, ninguna de estas similitudes logra recrear lo que significa casa para cada uno de nosotros.

¡Cuidado! Esta imposibilidad de duplicar casa no tiene que entenderse como algo negativo. Casa siempre es el punto de referencia y es, por eso mismo, única. A partir de ahí, una vez fuera, desarrollamos un gusto por recorrer el mundo viendo cómo se le parece y cómo se le diferencia. Más o menos como aquella vez en la que descubrimos que, aunque se le parecía muchísimo, el pasto del jardín de Barbie y Ken pinchaba, no tenía hormigas y era de plástico.

18191491_1382980838415375_1075588526_n.jpg

Ingreso a la playa en Palm Beach, Florida. Estados Unidos – Abril 2017. Ph.: Jennifer Micó

Hasta aquí, el post de abril. ¡Disfruten el fin de semana largo y nos reencontramos en mayo! Un beso grande, Jenn

Sígueme
Colaboradores Anteriores
Colaboradores Anteriores
Compartir en

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *