“La ira es un ácido que puede hacer más daño en el recipiente en el que se almacena que en cualquier otra cosa en que se vierte”.
Toda actividad que realizamos está mediada por emociones. Éstas están ahí para ser sentidas, pero no para dominar nuestra vida, teñir nuestra visión, preocuparnos o volverse tóxicas.
La ira, por su parte, es una de las emociones más frecuentes. Es la más arcaica, es decir, la más precaria y antigua de los seres humanos desde el nacimiento. Por tanto, la que “más fácil nos sale expresar”. Puede tener muchas vertientes: enojo, celos, envidia, furia, hostilidad, indignación, odio, resentimiento, violencia, entre otras.
Parémonos a pensar: cuando nos enojamos… ¿Qué nos pasa por el cuerpo?
- Se frunce el ceño
- Tensamos los músculos superiores (pregúntenle a sus cervicales)
- Los ojos se “achican”
- En algunas personas, se cierran los puños, la mandíbula se tensa
Y esto es lo “instantáneo”. ¿Qué sucede a largo plazo?
Como dice la frase con la que arrancamos el artículo, la ira puede hacer mucho más daño a su propio recipiente, el cuerpo, que a su ambiente próximo.
Como reacción al estrés, nuestro cuerpo libera una hormona llamada “cortisol” que, en grandes cantidades, puede causar varios efectos.
Lo más conocido es la depresión del sistema inmunológico, es decir, bajar nuestras defensas. Pero también puede ocasionar cálculos biliares o piedras en la vesícula, acidosis, gastritis (y mil enfermedades más terminadas en itis, según Jaques Martel y su “Gran diccionario de dolencias y enfermedades”).
Por último y para tener en cuenta, si debido al aumento de cortisol, este se volcara en la sangre, las probabilidades de enfermedades cardíacas son más altas también. Según especialistas, la acidez provocada por el cortisol podría estar relacionada a los factores ocasionantes del cáncer.
¿Podemos evitar las emociones? Me atrevo a afirmar que no es posible. La negación existe, pero las emociones son un rasgo típico de la humanidad del que no podemos desprendernos.
Entonces, resulta necesario conocer qué sentimos, cómo lo expresamos, sus causas y consecuencias. ¿Qué se esconde detrás de la ira?¿celos, frustración, angustia?
Sölo siendo conscientes de nuestras emociones podremos llegar a dominarlas, enfrentarlas y equilibrarlas.
¡Hasta el próximo mes!
Lic. Mariela Giménez – Psicóloga